sábado, 24 de marzo de 2012

Qué rápido pasa el fin de semana

Nueve de la noche del sábado y no he hecho nada divertido como se espera en el tan ansiado primer día del fin de semana. Se me han pasado las horas poniendo lavadoras, quitando el polvo, barriendo las temibles pelusas de tamaño familiar (ésas que por mucho que quitas vuelven a aparecer como si estuvieran jugando contigo a los expedientes x), rellenando la nevera que estaba tiritando, organizando la compra, preparando la comida, recogiendo la mesa, limpiando la cocina, descansando un rato antes de que el peque se despertara de la siesta y entreteniéndole un rato dentro de casa porque está malito y un poco totorrón...Antes de seguir, aclarar que no soy madre soltera (ojo que no tengo nada en contra de ellas) es que tengo un marido que trabaja algún sábado que otro y después de toda la semana hay que poner orden en la casa o la casa te traga como le pasó a la familia de Poltergeist.

Casi no he podido disfrutar del buen tiempo que ha hecho hoy. Y encima veo en las noticias que la gente ha ido a la playa, a esquiar, al campo...y pienso, ¡Qué he hecho yo para merecer esto! Me acabo de dar cuenta de que hoy todas las comparaciones que me salen son con películas, bueno, las comparaciones siempre han sido odiosas pero en este caso no creo porque son grandes largometrajes. Creo que me estoy yendo por las ramas. A lo que iba, que supongo que tener responsabilidades conlleva deberes y obligaciones que algún día de la semana hay que hacerlos. A mi me ha tocado hoy, mañana será otro día pero...¡joder, como hay que adelantar el reloj tendré una hora menos para disfrutar del domingo!

Detesto a los quejicas y estoy siendo víctima de una de mis aversiones, pero hay que reconocer que no es la mejor forma de consumir la mitad del fin de semana. Mañana prometo disfrutar a tope del día, aprovechando que estaremos tooooda la familia y con un poco de suerte a mi enano se le habrá quitado la fiebre (y ¿habrá crecido? siempre se ha dicho que los niños cuando tienen fiebre dan un estirón, mañana le mediré y saldré de dudas). Tengo todas las papeletas para pasar un buen domingo, ver la luz del sol, sentir los rayos calentado mi rostro mientras tomo una cervecita en una terracita cerquita de casita y en buena compañía. Es uno de los pequeños placeres que te ofrece la vida y hay que ser tonto para decir no. No tengo intención de hacer un Forrest Gump.

domingo, 11 de marzo de 2012

La felicidad se puede medir en segundos

El día tiene 24 horas, la hora 60 minutos, el minuto 60 segundos y cada segundo tiene 10 décimas, 100 centésimas, 1000 milésimas, 10.000 milisegundos,100.000 microsegundos, 1.000.000 nanosegundos... y así sucesivamente hasta llegar a la mínima mínima expresión del día. Pero existe una forma más sencilla de contar el tiempo que transcurre a lo largo de una mañana y una noche, y es medirlo en felicidad por segundos, teniendo en cuenta que el día tiene 86.400 segundos.
Empezamos con  el experimento. El que más o el que menos se pasa durmiendo unas 8 horas que son 28.800 segundos. ¡Joder, parece que estoy jugando a cifras y letras! Da igual, sigo. Hay que echar otra hora más para ducharse, vestirse, desayunar...y otra hora de media para llegar al trabajo (los más de 5 millones de parados tendrán una párrafo aparte) más la de vuelta, hacen un total de 10.800 segundos.¡Joder, ahora soy como una de las azafatas del Un, dos, tres...por cierto, que gran programa fue! Bueno, dejemos de dar pistas sobre la edad que podemos tener y al lío que aún nos quedan muchos segundos por analizar.

Llevamos 39.600 segundos, casi la mitad del día y aún no hemos tenido tiempo de sonreír abiertamente. Durante el sueño no te enteras ni del NODO, recién levantado normalmente el sentido del humor escasea y camino del trabajo entre las prisas y los atascos tenemos cara de pocos amigos. Suma y sigue. Según lo estipulado por ley, cuando llegas a la oficina tienes que trabajar 8 horas, que son otros 28.800 segundos y eso si no hay que echar una horita más que serían otros 3.600 segundos, que sumados a los anteriores (volvemos a ponernos las súper gafas de azafata del mítico programa de Chicho Ibáñez Serrador) hacen un total de 72.000 segundos, que restados a los 86.400 que tiene el día, dan como resultado final 14.400 segundos que nos quedan para disfrutar, y que traducidos a horas son...¡joder, solo 4 horas!

Si de esas 4 horas una la dedicamos a bañar a los niños y preparar cenas, más otra para que se duerman, eso significa que ya hemos consumido la mitad y que solo nos quedan 7.200 segundos para ser relajadamente felices. La verdad es que es poco tiempo, por eso hay que intentar no desaprovecharlos y repartir sonrisas y alegrías para los que están a tu alrededor y guardarte unas cuantas para ti. Eso es la felicidad, al menos para mi, porque si haces felices a los que te rodean consigues aumentar la tuya. Suena algo egoísta pero ¡a quién no le gusta que le hagan feliz! Solo un tonto diría que no.

PD. No me olvido de los que no tienen trabajo. Ellos desafortunadamente tienen tiempo de sobra para ser "felices" pero seguro que prefieren tener solo 7.200 segundos que son los que una persona tiene de media al día.