domingo, 27 de enero de 2013

Carta a un hijo



Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.

Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta.

Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levanté por el cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.

Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mi tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.

Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado.

Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.

Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa.

A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.

Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.

Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?

Luego escuché unos golpecitos en la puerta. 'Adelante' ... dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación.

Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir? ... ¿vienes a despedirte?

No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.

Te abracé ..... y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito.

Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla.

Sentí que mi alma se quebrantaba.

'Hasta mañana papito' me dijiste.

¿Qué es lo que estaba haciendo?

¿Por qué me desesperaba tan fácilmente?

Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual.

Tu tenias unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabias demostrar amor.

¿Por qué me costaba tanto trabajo?,

¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado?

¿Qué es lo que me estaba aburriendo?

Yo también fui niño.

¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?

Después de un rato entré a tu habitación y encendí con cuidado una lámpara.

Dormías profundamente.

Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé.

Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce.

No pude contener el sollozo y cerré los ojos.

Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste.

Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio.

Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación........

algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.

viernes, 4 de enero de 2013

¿Caprichos o sorpresa?


¡Qué nervios! Los Reyes Magos están de camino y aún no sé qué pedirles. La verdad es que no soy nada caprichosa y nunca pido nada, pero este año sí lo voy a hacer. Llevo días estrujándome la cabeza pero la idea no llega. Ayer le di vueltas a un móvil nuevo porque los siempre exclusivos de Apple parece que decidieron por mí y pensaron que debería renovar mi viejo Iphone 3G no dejándome seguir con mi versión de whatsapp porque la nueva necesita un soporte superior,  vamos, que me dejaron sin la aplicación. Pero gracias a las redes sociales y a las numerosas quejas y amenazas  de “en mi casa no entra nunca más un apple”, los de la manzanita parece que se han echado atrás y vuelvo a tener acceso al invento mensajero del siglo.
Reestablecido el whatsapp, adiós al regalo telefónico. Vuelvo a partir de cero. ¡No se me ocurre nada! ¡Es muy fuerte! Empiezo a pensar que o bien soy una insulsa o bien que tengo de todo…bueno, mejor voy a optar por lo segundo y a seguir haciendo recuento mentalmente de lo que puede hacerme falta. La verdad es que soy de las que prefieren dejarse sorprender, soy muy agradecida para los regalos, pero que quede claro que no todo vale porque quién me conoce sabe lo que me puede gustar y sobre todo lo que no (lo digo por si alguien de repente tiene el impulso de regalarme algo).

Me temo que otro año más voy a confiar en la bondad de los Reyes Magos y que sean ellos los que decidan por mí. Además el 2012 ha sido el año de los recortes y no están los bolsillos para mucho gasto. Espero y deseo que todo el mundo tenga su regalito. ¡FELICES REYES A TODOS!

miércoles, 2 de enero de 2013

La maldición del 2013


Acaba el 2012 y empieza el 2013, nada nuevo porque todos los años sucede lo mismo, termina uno y las 12 campanadas marcan el comienzo de otro. La única diferencia con respecto al año pasado es que éste termina en 13, un número poco querido por los supersticiosos. Es curioso hasta dónde puede llegar la mala fama de este número.  Por ejemplo,  en Madrid, la capital de España, no existe la línea 13 de autobús, pasa de la 12 a la 14 igual que hacen también algunas compañías aéreas, como Iberia, que prefieren evitar así la “maldición” del  13 en las filas de sus asientos. Más difícil lo van a tener este año los organizadores del campeonato de Fórmula 1 porque por muy rápido que vayan los coches no van a poder saltarse el 2013 a no ser que digan Campeonato 2012 más 1.
La superstición del 13 en nuestro país es tal, que no aparece entre los número del Documento Nacional de Identidad, que pasa del 12, que lo tiene la infanta Elena, al 14 que está en poder de su hermana Cristina, vamos,  que según lo estipulado el 13 le tocaría, paradojas de la vida, a la infanta Cristina, jaja, a la mujer del “señor” Urdangarín y su entramado financiero, aunque con la “suerte” que tienen se librarán del castigo (y cierro el capítulo de los DNI reales con el 15 para el Príncipe Felipe y por delante de los hijos, Don Juan Carlos y Doña Sofía, con el 10 y el 11 respectivamente).
La verdad es que si seguimos la estela del horribilis año 2012, el 2013 será para muchos igual de malo o peor en la cuestión económica, aunque yo prefiero ser optimista y pensar que a lo mejor se rompe la mala racha con el número "maldito", eso si que pasaría a los anales de la historia para sorpresa de los supersticiosos y más aún de los incrédulos españoles que seguimos temiendo por nuestro bolsillo. Feliz año y qué la suerte nos acompañe, con o sin el 13, que falta nos hace.