Parece que por fin ha llegado el calor y ya
empieza a oler a playita. ¡Cómo me gusta esa sensación! Cierro los ojos, siento
el calorcito en el rostro, disfruto de la mínima corriente de aire como si
fuera la brisa marina… Y de repente, un grito lleno de amor de mi hijo que
suena más o menos así: ¡mamaaaaaaaaaaaaaaaaá!...me devuelve a la realidad, al
asfalto, al calorín sofocante que solo se aplaca con el aire acondicionado y que
me recuerda que aún no lo he puesto en mi casa (es una de las muchas asignaturas
pendientes que tengo en la lista de “cosas que arreglar”).
Menos mal que este
fin de semana abren la piscina de la urba y podré remojar mis ganas de playa, eso
sí, junto a tooodos mis vecinos grandes y chicos, sobre todo chicos porque hay
casi más niños que hormigas, así qué calcular, jajaja. Lo bueno es que no somos
tantos como los “usuarios” de las playas de Benidorm y no llegamos al extremo
de madrugar para coger primera línea de piscina. Me conformo con un ratito para
tomar tranquilamente el sol y hacer unos largos que me ayuden a continuar con mi
“operación bikini”. El resto del tiempo lo dedicaré a sufrir viendo como mi
enano se tira al agua, mientras aguanto la respiración por no dar un chillido
cada vez que su cabecita roza el borde de la piscina.
Es la prueba de fuego del
comienzo de la temporada estival, luego una se acostumbra porque los niños
valoran más su vida de lo que imaginamos. De todas formas, el día que mi
diablillo no necesite complementos piscineros y se mueva como pez en el agua, disfrutaré
más de este evento acuático. Pero hasta que llegue ese momento, lo mejor es
confiar en el ángel de la guarda y en el socorrista, que es más terrenal.
Me ha encantado lo de "remojar mis ganas de playa"... que envidia me das con el piscineo...
ResponderEliminarMuchas gracias!!!! Hoy me temo que de "piscineo" poco...jaja, con este tiempo no hay quien se aclare
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