domingo, 15 de abril de 2012

Cuando el cansacio no respeta el descanso

La semana ha pasado tan rápido que apenas me ha dado tiempo a decir el típico ¡joder, todavía es miércoles y lo que queda! (cada uno que escoja el día que más rabia le dé). Pero el cansancio es muy listo, se va acumulando, silencioso, sin dar señales de vida, juega contigo sin que te des cuenta, te deja creer que  puedes con todo porque no paras de hacer cosas, pero él mientras tanto ya ha decidido en qué parte de tu cuerpo esconderse y esperar el momento para entrar en escena. ¿Cuándo? El fin de semana ¿Por qué? Al bajar el ritmo, tu mente tiende a relajarse ¿Cómo? Depende de la zona que haya elegido, por ejemplo, si está atrincherado en tu cabeza, lo normal es que tengas ligeros dolores en las sienes; si lo ha hecho en las piernas, te costará caminar; si se agarró como una garrapata en los hombros, solo un buen masaje puede quitarte la tensión ahí concentrada...y así podemos hacer el recorrido por todo el cuerpo.
Estar cansando en día de descanso es pura contradicción. ¡Anda que no hay días entre semana! Pero no, tiene que ser cuando uno está dispuesto a entregarse al placer de no hacer nada o de aventurarse a alguna salida nocturna con cervecita o lo que se tercie. En este último caso no perdona, es más, ataca sin piedad directamente al estómago y/o a la cabeza. ¿Se puede tener más mala leche? Si, porque si ya de por si la resaca no es buena compañera de sofá, un resacón cansado significa el día entero perdido, al menos para mi, porque te conviertes en un alma en pena, con el hándicap de tener que mover un cuerpo que pesa el doble de lo normal como si arrastraras grandes cadenas sujetas fuertemente a tus  pies. En ese momento, juras y perjuras que no volverás a cometer excesos...pero ¡qué te quiten lo bailaó!

De vez en cuando hay que pegarse un homenaje aunque luego te pase factura. Lo triste de todo esto es que a los veinte años sales y entras casi sin esfuerzo, pero a los taytantos es cuando aparece el fantasma de las cadenas. ¡Joder!, acabo de caer en la cuenta de cuál es el verdadero problema...¡me estoy haciendo mayor! Menos mal que las arrugas aún me respetan, o eso creo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario