lunes, 12 de diciembre de 2011

Cuando los cuatro fantásticos pierden sus poderes

Hoy he vuelto a hacer novillos, me he saltado la clase de pilates pero esta vez tengo excusa, una excusa de dos años con 38 de fiebre. No es una temperatura muy alta para un niño porque sus cuerpecitos están preparados para aguantar eso y más. Sin embargo, cuando nuestros cuerpos de adultos sobrepasan los 37 y medio reaccionan como si hubieran recibido la paliza de su vida (algunos más que otras y no hay discordancia gramatical ni de género ni de número), no se pueden mover, se desplazan por la casa como almas en pena...y en cambio los peques siguen con su habitual ritmo vital, su estado febril no es directamente proporcional a su estado anímico, pueden tener casi 39 de fiebre que no pierden la energía ni las ganas de comer, al menos eso le pasa al mío (y por eso me arrepiento de no haberle llevado a la guardería, pero ya es tarde para lamentaciones, solo queda rezar para que duerma la siesta). La naturaleza les dota de una fortaleza increíble para sobrevivr durante los primeros años (y en algunos casos a padres primerizos) pero luego lo que te da, te lo quita, y aquí no vale eso de "santa rita rita rita lo que se da no se quita".

A medida que creces empiezas a perder super poderes y dejas de ser uno de los cuatro fantásticos. Tus huesos ya no son elásticos y si te caes lo más probable es que te rompas alguno; tu resistencia deja de ser pétrea para ser más parecida a la de una piedra pómez y te falte el aire si haces algún esfuerzo fuera de lo normal; tu energía se convierte en una pequeña chispa que apenas llega para encender un fuego y te mueves al ritmo de un koala; y cuando quieres hacerte invisible te das cuenta de que los kilos que antes desaparecían fácilmente ahora no quieren irse...¡qué cruel es la naturaleza! Por eso hay que vivir y disfrutar de cada momento, dicen que todo tiene su edad y creo que estoy descubriendo que es cierto, aunque en mi defensa diré que a mis taytantos años no me puedo quejar, sigo teniendo la misma talla de ropa que años atrás, todavía puedo agacharme sin romperme la espalda, no resoplo cuando me echo una carrera hasta el autobús y consigo sobrevivir a la energía de mi enano...eso si, cuando llegan las diez de la noche caigo rota en el sofá, me quedo dormida como un bebé y no hay quién me levante para ir a la cama.

Lo que nos sucede es en resumidas cuentas el desgaste normal de vivir, nadie se libra de esto por muchas visitas que hagan a los cirujanos plásticos, ni a los sanadores reiki tan de moda, ni siquiera al gimnasio. Está muy bien intentar compensar el paso del tiempo pero que no se convierta en una obsesión porque las arrugas van a salir igual, es ley de vida y al final resulta más doloroso ir contra natura.

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