lunes, 28 de noviembre de 2011

El trabajo, una especie en peligro de extición

Es lunes, ha salido el sol y comienza una nueva semana. ¿Cómo se presenta para mí? Bien y regular...bien porque todavia me queda una vida laboral para seguir pasando con éxito al menos un par de pantallas más, y regular porque justo cuándo llegue el ecuador de la semana, aparecerá el insistente y parpadeante mensaje de "game over" que significará  el finiquito de mi contrato y la no deseada vuelta a empezar. Entonces me colocaré en la casilla de salida, vamos que me volveré a sentarme frente al ordenador y el móvil a mano para encontrar un nuevo juego que me permita seguir trabajando. Dicen que los cambios siempre son para bien y en la mayoría de los casos es cierto, pero ¡joder, el trabajo ha sido tan corto que ni siquiera me ha dado tiempo a cogerle manía!...un noble sentimiento que se genera para convencerte de que estás muchísimo mejor ahora que antes, aunque el ahora sea estar de nuevo en el paro...un consuelo a tiempo siempre ayuda.

Lo peor de los cambios es que te obligan a partir de cero otra vez, ¿qué hacer en esos casos? enfundarte el traje de camaleón y adaptarte lo mejor que puedas al medio. Tienes que estar atento a cualquier indicio, por pequeño que sea, y llegar a tu presa antes que cualquiera de los 4.999.999 pares de ojos camaleónicos que giran cada uno por su cuenta y permiten una visión más amplía del terreno. Hay que moverse en un entorno hóstil donde el trabajo se está convirtiendo en una especie en peligro de extición, porque hay poco para tantos comensales. Es fundamental ser rápidos y confiar en tu suerte. Pero eso será dentro dos días.

Como hacía tan buen día, he ido caminando al trabajo. Lo sé, no debería decirlo, pero ¡dejadme que disfrute de mi suerte!...al menos en esto soy una privilegiada. Llevo viviendo casi cinco años en la casa que mi marido y yo decidimos comprar y el 90 por ciento de los trabajos que he tenido (que han sido unos cuantos pero sin pausa laboral y no como ahora) han estado situados a 20 minutos andando. Si me lo llegan a decir cuando firmamos la hipoteca, no me lo hubiera creído, pero es la verdad...en ese sentido la suerte me ha seguido acompañando, ¿se puede pedir más? ¡Joder, al final va a resultar que me quejo de vicio!

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