sábado, 26 de noviembre de 2011

Trabajar en sábado sólo tiene una ventaja: se puede aparcar

Al final he trabajado unas horillas, eso si, antes de irme a la oficina le he dado el desayuno al peque, cambiado las sábanas de su cama, metido los cacharros sucios en el lavaplatos, recogido mi cuarto y puesto una lavadora (como se nota que he practicado en las tareas domésticas durante la época de sequía laboral). Es en estos pequeños detalles donde se ve claramente que las mujeres somos capaces de organizar y distribuir mejor nuestro tiempo, una virtud que se convierte en un arma de doble filo porque trabajas dentro y fuera de casa como una autómata y encima te consideras una superwoman ¡hay que joderse! ¡qué bien nos enseñaron desde pequeñas nuestras madres! Menos mal que las heroínas de vocación están dejado paso a las nuevas generaciones que luchan por la paridad en el hogar, o parafraseando a los suecos del mueble, ¡viva la república independiente de mi casa!

Desde luego hoy no he dado muy buen ejemplo a las jóvenes guerreras adelantando trabajo en casa, pero cambiar a mis taytantos años cuesta. Además he salido más tarde (y por tanto he tenido más tiempo para las faenas de limpieza) porque he ido en coche, es la única ventaja de trabajar en sábado ya que la mayoría de la gente de oficina descansa y deja sitio de sobra para aparcar frente a la puerta del edificio que aún da cobijo a mi condición de trabajadora, temporal pero trabajadora al fin y al cabo. ¡Qué gozada! En  cinco minutos ya estaba sentada en mi silla dispuesta a terminar mi obra con fecha de caducidad (antes de que ella acabe conmigo el miércoles).

Ha sido una jornada productiva y relajada hasta el momento en el que mi marido me ha llamado al móvil un par de veces para recordarme que se tenía que ir a trabajar, y yo hacerle el relevo con el niño. Viendo la hora que era, se me ha ocurrido hacer el intercambio del peque en la puerta de mi oficina, momento que he aprovechado para enseñarle donde trabaja su mamá y de paso presentarle a mis compañeros. Al principio es tímido cuando hay muchas caras desconocidas pero enseguida coge confianza, sin embargo no le he dado tiempo. Mientras recogía mis cosas, he conseguido que se despidiera y les dijera adiós, dando muestra de buena educación. El chiquillo estaba un poco despistado y no reconocía el ascensor ni los pasillos pero en cuanto hemos salido a la calle ha localizado rápidamente el coche, ¡qué listo es!...solo me falta decir ¡y qué guapo! pues también lo digo, para eso soy su madre y además, no es por nada, pero es verdad y lo digo sin ningún pudor.

Durante el cortísimo trayecto a casa, hemos charlado, me ha contado que ha comido en casa de los abuelos y que le han llevado al parque mientras papá descansaba un poco...los niños no tienen secretos, lo cuentan todo, es más, son indiscretos por naturaleza y el mío lo es. A veces te hacen pasar verdaderos apuros, tienen la manía de decir en voz alta lo primero que se les ocurre cuando ven a gente que, por lo que sea, les llama la atención, en ese momento deseas que te trague la tierra pero sonríes con un gesto forzado y comentas "hay que ver cómo son los niños"...la fórmula suele funcionar y el "ofendido" es comprensivo, no se enfada, te mira y devuelve la sonrisa...entonces tú respiras. Rompo una lanza en favor de mi hijo porque no recuerdo cuando fue la última vez que tuve que usar la técnica de la risa fingida.

Y hablando de tiempo. Después de cinco días, por fin ¡mamá ha bañado a su dulce diablillo! Parecerá una tontería pero lo echaba de menos, es un momento divertido porque disfruta mucho con el agua aunque se acuerda de mí y de toda mi familia (que también es la suya) cuando le lavo la cabeza y hoy toca. No le gusta nada nada nada que le toquen el pelo, tiene solo dos años pero un par de... y mucha fuerza, se revuelve como una fierecilla. Ha sido una pelea cuerpo a cuerpo y algún manotazo me he llevado pero aún puedo con él, además le amenazo con dejarle sin cenar y para en seco. Afortunadamente no he tenido que utilizar mis armas de madre y ha cenado como un campeón, vamos, como siempre, en eso tengo suerte...para otras no tanto, por ejemplo, acabo de recordar que dejé la lavadora puesta esta mañana y que no se tiende sola.

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